jueves, 27 de marzo de 2014

Una pequeña memoria.


Las luces de Navidad brillaban por todo el pueblo, era como si Solvang, California fuera sacado de un cuento de hadas. Era hermoso, pinos adornados por toda la calle principal, canticos sonando en cada esquina, y el frío haciendo a las parejas acercarse un poco más en busca de calor.
En una esquina se escuchaba las notas de un violín, y allí, enfrente del músico que trataba de tocar las notas, estaba yo. Chocolate caliente en mis manos, las luces de navidad iluminándonos, el pequeño establecimiento a nuestras espaldas, gente entrando y saliendo, pero en ese momento se sentía como si solo fuéramos nosotros tres; Él, yo, y la música.
La calidez de la bebida hacía que mis manos, usualmente heladas sin importar la temporada, se sintieran tibias y confortables. En mi pecho se expandía una ola de calor, pero esta provenía de una fuente ajena a mí misma, era la música que derretía mi helado corazón, para ser más sincera, era la persona que tocaba tal música.
-Esta canción es de una película de Harry Potter- comentó él cuando terminó de tocar “Noche de Paz.”- La aprendí de oído, así que no es perfecta y no sé si será correcta…
Yo solo asentí, no he visto ninguna de las películas de Harry Potter, pero no le diría. Tampoco sabía sobre música, así que no me daba cuenta de cuando se equivocaba o no… Solo pretendía que había escuchado alguna vez esa melodía, o que siquiera sabía un poco de música… Pero lo principal, me gustaba pretender que en ese momento él era solo para mí. Que en ese segundo en el cual él estaba tocando su violín era solo para mí, y les juro, que en ese momento debajo de las luces de navidad, fuimos eternos. Él era mío, y yo era suya.
Admiraba la forma en la que cerraba los ojos, la forma en el que su pelo caía suavemente sobre su frente, como sus largos dedos acariciaban las finas cuerdas del instrumento, y sobre todo, la forma en la cual solo su música podía llegarme hasta el alma.
Yo miraba a mis manos, tomaba sorbos del chocolate, y trataba de memorizar cada detalle de aquel momento. Le miré de nuevo y entonces me dije a mi misma “Le amo.” Sí, yo amaba a aquel músico, desde hace mucho tiempo que cultivaba tal amor que incluso parecía ridículo. Él seguía tocando, ajeno de mis sentimiento, o si alguna vez los adivino lo disimulo muy bien. Quería decirle, las palabras estaban en la punta de mi lengua, y me mordí los labios.
La pieza terminó y yo aplaudí, él sonrió y yo le respondí. “Si puede sonreír de esta forma para mí,” pensé, “Soy feliz solo con eso.”


1 comentario:

  1. Hola. Un consejo, si vas a usar transparencia cambia el fondo, cuando las letras chocan con las zonas oscuras... cuesta leer
    un beso :)

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