Las luces
de Navidad brillaban por todo el pueblo, era como si Solvang, California fuera
sacado de un cuento de hadas. Era hermoso, pinos adornados por toda la calle
principal, canticos sonando en cada esquina, y el frío haciendo a las parejas
acercarse un poco más en busca de calor.
En una
esquina se escuchaba las notas de un violín, y allí, enfrente del músico que
trataba de tocar las notas, estaba yo. Chocolate caliente en mis manos, las
luces de navidad iluminándonos, el pequeño establecimiento a nuestras espaldas,
gente entrando y saliendo, pero en ese momento se sentía como si solo fuéramos
nosotros tres; Él, yo, y la música.
La calidez
de la bebida hacía que mis manos, usualmente heladas sin importar la temporada,
se sintieran tibias y confortables. En mi pecho se expandía una ola de calor, pero
esta provenía de una fuente ajena a mí misma, era la música que derretía mi
helado corazón, para ser más sincera, era la persona que tocaba tal música.
-Esta canción
es de una película de Harry Potter- comentó él cuando terminó de tocar “Noche
de Paz.”- La aprendí de oído, así que no es perfecta y no sé si será correcta…
Yo solo
asentí, no he visto ninguna de las películas de Harry Potter, pero no le diría.
Tampoco sabía sobre música, así que no me daba cuenta de cuando se equivocaba o
no… Solo pretendía que había escuchado alguna vez esa melodía, o que siquiera
sabía un poco de música… Pero lo principal, me gustaba pretender que en ese
momento él era solo para mí. Que en ese segundo en el cual él estaba tocando su
violín era solo para mí, y les juro, que en ese momento debajo de las luces de
navidad, fuimos eternos. Él era mío, y yo era suya.
Admiraba la forma en
la que cerraba los ojos, la forma en el que su pelo caía suavemente sobre su frente,
como sus largos dedos acariciaban las finas cuerdas del instrumento, y sobre
todo, la forma en la cual solo su música podía llegarme hasta el alma.
Yo miraba a
mis manos, tomaba sorbos del chocolate, y trataba de memorizar cada detalle de
aquel momento. Le miré de nuevo y entonces me dije a mi misma “Le amo.” Sí, yo
amaba a aquel músico, desde hace mucho tiempo que cultivaba tal amor que incluso
parecía ridículo. Él seguía tocando, ajeno de mis sentimiento, o si alguna vez
los adivino lo disimulo muy bien. Quería decirle, las palabras estaban en la
punta de mi lengua, y me mordí los labios.
La pieza
terminó y yo aplaudí, él sonrió y yo le respondí. “Si puede sonreír de esta
forma para mí,” pensé, “Soy feliz solo con eso.”
Hola. Un consejo, si vas a usar transparencia cambia el fondo, cuando las letras chocan con las zonas oscuras... cuesta leer
ResponderEliminarun beso :)